San Cristóbal.- Unos 12 parientes no tienen razón de sus allegados y han tenido que hacer funerales sin cuerpos. "Comisión de la verdad" pide a procuradora asignar nuevo fiscal en el caso.
A casi dos meses del estallido que acabó con la vida de al menos 38 personas en la provincia San Cristóbal, el eco de la tragedia resuena en cada rincón. Unas 12 familias comparten el dolor inmenso al no tener un cuerpo ni nada que les asegure que sus parientes fallecieron en la tragedia.
De los restos que quedaban en la morgue del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) para el proceso de identificación por muestras de ADN, ninguno coincidieron con lo de estas familias, lo que aumentó la incertidumbre y deja un ciclo de dolor abierto que no podrá ser cerrado.
Diario Libre conversó con dos de las familias afectadas, una de estas con tres miembros. Ángel Luis Uribe, Luz Esther Mateo y la niña de siete años Paulette Brea salieron la tarde de ese lunes en busca de unas zapatillas para la menor y algunas herramientas para armar una cuna de la primera nieta de la pareja.
El vehículo en el que transitaban quedó totalmente vuelto cenizas en la entrada de la tienda textil Toledo, la cual fue una de las más afectadas. Pese a que fueron encontrados los restos del vehículo, los cuerpos nunca aparecieron.
Sumergido en el dolor y con un nudo en la garganta que no le permitía casi hablar, el padre de Luz Esther expresó que está muerto en vida debido a que ella era una de sus razones de vivir. El señor José Mateo la describió como una mujer llena de vida, quien junto a su familia se dedicaba a servir a Dios.
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